Ponte en los zapatos de tu ser querido. Alguien te está diciendo que tienes un trastorno mental. Para muchas personas esto es como decirle a alguien que están locos. Si coloca algo como esto sobre un ser querido, espere una gran resistencia. Tus esfuerzos harán más mal que bien. Se volverá más loco de lo que creías posible.
Lo mejor que la mayoría de las personas puede esperar es llevar al ser querido a un médico que pueda hacer el diagnóstico o consultar a un especialista que le explique todas las ramificaciones sobre el trastorno, las opciones de tratamiento y qué esperar de los miembros de la familia. A veces, una estadía breve en el hospital es para estabilizar los medicamentos y establecer un plan de tratamiento en el hogar.
Otra opción es tener una intervención familiar en la que cada miembro de la familia comente suavemente el comportamiento del ser querido y su impacto en los miembros individuales. Si es confrontacional no funcionará. No intentes diagnosticar nada. Programe una cita con un profesional psicológico y vea que el ser querido llega allí.
El escritor ha participado en muchas intervenciones para personas que abusan de sustancias y para quienes padecen una cantidad de enfermedades mentales. Los exitosos superan con creces a los fallidos que fallan con mayor frecuencia debido a la insistencia de un miembro de la familia en aprovechar la ocasión para expresar viejos reclamos familiares. Cuando la familia coopera y se mantiene dentro del protocolo acordado, las posibilidades de una intervención exitosa aumentan considerablemente.
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Para algunos miembros de la familia, una intervención exitosa realizada de manera amorosa y amable es un gran alivio y elimina la responsabilidad y los sentimientos de culpa que sienten los miembros de la familia por tener que colocar a un ser querido en un lugar seguro. Esto puede ser difícil de hacer, aunque sea solo temporal y la familia sepa que el tratamiento es absolutamente necesario.
También puede ser un momento para que la familia renueve sus compromisos mutuos y se unan en un esfuerzo conjunto para ayudar a un ser querido que estaba allí cuando la familia más lo necesitaba. Esta persona no es un trastorno depresivo o límite de personalidad, un alcohólico o alguna otra etiqueta conveniente que elimina nuestra responsabilidad de estar ahí para ellos. No es la plaga y no es contagiosa. Si tuvieran una pierna rota, sentiríamos la obligación de visitarlos en el hospital. La enfermedad mental no es diferente. Solo requiere más de nuestra humanidad.