Tenía 33 años cuando me casé con mi esposo, que es un hombre heterosexual. No me casé con él porque quería un donante de esperma y una anualidad. El matrimonio parece una forma extraña de conseguir esas cosas. Me casé con él porque habíamos decidido juntos que queríamos tener y criar un hijo, y porque queríamos pasar el resto de nuestras vidas como los miembros más cercanos de la familia. El matrimonio ayuda con ambas cosas.
Los hombres heterosexuales deben casarse con mujeres en sus treinta años si deciden que el matrimonio con una mujer en sus treinta les da algo que quieren. Bastante simple. Deben evitar hacer suposiciones extrañas acerca de lo que quieren las mujeres en sus treinta, y en lugar de eso, dedicar tiempo a conocer a la mujer en particular con la que están considerando casarse.