Ciertamente no odio ser un adolescente.
No experimento los problemas convencionales de mis otros hermanos menores de edad, como ser “tan mal entendido” o “literalmente deprimido”. Personalmente, estoy bastante contento con mi vida y con la forma en que se desarrolla.
No es todo melocotones y salsa, claro. En general, las palabras universidad, matrícula y deuda son suficientes para inducir sentimientos de consternación en mí. Pero no hay ningún problema particular que se me ocurra que pueda atribuirse específicamente a mi edad relativamente joven.
Ser adolescente es todo lo que sé. Es la vida con la que estoy atrapado, y no es sorprendente ni terrible.
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Simplemente es.