Hablar un idioma diferente de mis padres es deprimente, porque mis padres no pudieron entender mis pensamientos e ideas más profundos.
La mayoría de los chinos en Singapur crecieron en esta situación en los años sesenta. Mi padre vino del sur de China en los años treinta. Su educación allí fue en el idioma Hakka, que no es lo mismo que el mandarín, el idioma de los norteños. Se instaló en Singapur, se casó y formó una familia. Me envió a una escuela de inglés porque Singapur era entonces una colonia británica y estimó que una educación basada en el inglés me brindaría mejores perspectivas de carrera.
Así que crecí leyendo, escribiendo y hablando en inglés con fluidez. Debido a la falta de práctica, gradualmente perdí mi fluidez en la conversación Hakka. El gobierno tampoco quería que usáramos nuestras lenguas del sur, a las que llamaban “dialectos”. Si nos comunicamos en chino, debemos hablar solo en mandarín, una lengua completamente extranjera utilizada por los chinos del norte.
Muchos chinos de Singapur que asistían a escuelas de inglés también debían aprender a hablar y leer mandarín. Desafortunadamente, dado que casi todas las otras materias se enseñaban en inglés, no tuvieron la oportunidad de aprender y usar el mandarín. El resultado final es que la mayoría de los chinos de Singapur, ahora entre mediados de los 50 y principios de los 60, son monolingües en inglés. Pueden hablar mandarín fragmentado, lo suficiente para comprar cosas y pedir comida en restaurantes. Pero no pueden leer periódicos chinos o escribir un pasaje simple en caracteres chinos.
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Mi propio padre fue educado hasta la escuela secundaria en su ciudad ancestral de Moy-yan en la provincia de Guangdong. La instrucción en ese entonces se realizó en el idioma Hakka (que tiene su propia pronunciación formal, sintaxis, orden de las palabras, corpus, vocabulario y reglas lingüísticas que son diferentes de las del mandarín). Emigró de China en los años treinta. Dominó Bahasa Indonesia y lo habló como un nativo de Java. Pero en su lectura y escritura (como todos los chinos con una educación tradicional, escribió muchos poemas) se aferró a su uso del Hakka. Como solo uso el inglés en mi lectura y escritura, me resultó difícil comunicarme con él.
Supongo que esta situación ocurre con muchas otras familias migrantes de diferentes nacionalidades. Para la próxima generación, el chino de Singapur hablará, leerá y escribirá en singlish (un idioma incomprensible para otros hablantes de inglés) y en mandarín a nivel de calle (apenas entendido por la gente de China que ahora es el segmento más grande de mano de obra extranjera en Singapur). Es triste tener esta nueva sociedad semi-alfabetizada, pero ese es el precio a pagar en esta sociedad paternalista donde las normas culturales están determinadas por el gobierno.