Piense en un niño de cuatro años y otro de dos años jugando juntos. El niño mayor dice: “Vamos a fingir que estamos en la selva. Hay leones y tigres. Ellos van a tratar de atraparnos y comernos. Mira. ¡Hay uno! Él está detrás de nosotros! ¡Correr!”
Para fingir, un niño debe ser lo suficientemente consciente de sus procesos mentales para percibir una diferencia entre lo que imagina y lo que percibe. Consciente de “inventarlos”, el niño mayor sabe que los depredadores no son reales. El niño más pequeño también inventó los animales. Pero, aún sin ser conscientes de sus procesos mentales, los leones y los tigres en su mente son tan amenazadores como lo sería un depredador real para su compañero de juegos mayor. Aterrorizado, corre por su madre para salvar su vida.
Cuando mi hija era muy joven, me dijo que no podía dormir debido a una pantera en el armario. Le dije que no había pantera. Estaba segura de que estaba allí. Busqué en el armario mientras ella miraba. Le dije: “Mira, no pantera”. Ella insistió en que todavía estaba allí. Ella se levantó de la cama y buscamos juntos en el armario. Pero cuando volvió a la cama, dijo: “Todavía está allí”. Finalmente, y no sé de dónde vino esta idea, le dije: “¿Te gustaría que la pantera se acurrucara contigo en la cama?” Ella sonrió. “Eso estaría bien”, respondió ella.
Para mí, la pantera era imaginaria. Para ella, la pantera era real. En el armario, era amenazante. En sus brazos, cálidos y tiernos, la consoló. Ella se durmió. Tal es el mundo de equivalencia psíquica de un niño.
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Alrededor de la edad de tres años, comenzamos a observar y pensar en nuestros propios procesos mentales. Esta capacidad, llamada metacognición o función reflexiva, nos permite distinguir la imaginación de la percepción. Nos permite reconocer que lo que se mantiene en la mente puede ser diferente de lo que es real en el entorno. Como adulto, el estrés puede deshabilitar la función reflexiva. Cuando lo hace, el adulto retrocede instantáneamente, pero sin saberlo, a la equivalencia psíquica infantil.
Yo sugeriría que es de vital importancia para usted ingresar a la terapia, a fin de desarrollar una función reflexiva más robusta al explorar, ampliar y administrar su mundo interior con el terapeuta.
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