Porque, en un matrimonio arreglado, alguien más está tomando la decisión más importante de mi vida. Siendo una persona que se respeta a sí misma, no puedo dejar que otros controlen mi vida.
Como mujer, una vez que me case, mis padres no tendrán que soportar las consecuencias de mi mal matrimonio. Yo soy quien sufrirá, si mi esposo resulta ser un abusador. No son los que serán golpeados o engañados, tendré que enfrentar eso, no ellos.
Les dije claramente a mis padres: si están listos para correr el riesgo total de mi matrimonio, con gusto pasaré por un matrimonio arreglado. Eso significa que, si tengo un matrimonio arreglado por mis padres, y si mi esposo resulta ser un golpeador de esposa, incluso mi padre y mi madre deberían ser golpeados. Si mi esposo resulta ser un tramposo, incluso mi padre y mi madre deberían verse obligados a engañarse unos a otros. Si mi esposo me abandona, entonces también deberían ser obligados a divorciarse. Deben conocer el dolor que voy a sentir. Salvo esa condición, no aceptaré su imposición en mi vida.
No pueden jugar una apuesta con mi vida. Es tan simple como eso.
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Esto no significa que la vida y el matrimonio no sean una apuesta. Pero, al menos, estoy enfrentando las consecuencias de mi propia decisión, no las decisiones tontas de otra persona. Alguien más, que puede esforzarse mucho, pero nunca puede realmente conocerme a mí o a mis preferencias reales en la vida romántica.