Bueno, en mi caso no es ni una vergüenza ni una fama. El matrimonio no funcionó y elijo disolverlo. Tomar una decisión tomó algún tiempo y consideración, tuve que convencer a mis padres. La parte más difícil fue transmitir a los familiares sobre ello. Lo único bueno fue que la mayoría no se atrevió a preguntarme al respecto, pero fue a mis padres y afortunadamente lo manejaron bastante bien y nunca hablarían sobre el encuentro conmigo.
Entonces, con la ayuda de mis padres y mis oídos sordos, estoy sobreviviendo a esto. El antídoto para mí era mi amor por la profesión. Pase lo que pase, pertenece al pasado y ya no interfiere con el presente, es como si mi vida fuera igual a como era antes de la boda y nada ha cambiado, excepto el estado civil de una mujer divorciada. Estoy trabajando duro con un objetivo y eso me mantiene en marcha. Gracias a mis padres por apoyarme en este proceso.