Fue algo positivo para ambos lados, especialmente para Eslovaquia. Y fue aún más positivo para las relaciones checo-eslovacas que se hicieron mejores que nunca, gracias al divorcio de terciopelo. Además, Eslovaquia ha ganado la confianza en sí misma y ha demostrado que es exactamente tan viable como otros países más viejos de un tamaño similar.
Económicamente, su PIB per cápita casi alcanzó al checo: la brecha se ha reducido por debajo del 10%. Solía ser sustancialmente más alto. Quizás, los años en que la corona eslovaca era 20-25% más barata que su contraparte checa (fueron creados a partir de la misma corona checoslovaca, en triple paridad, en febrero de 1993) ha ayudado a Eslovaquia más que a cualquier otra cosa.
Aquellos que ven el borrador de moda hacia la “UE central” como un logro podrían argumentar que Eslovaquia se adelantó a la República Checa. Ha tenido el euro desde 2009. Actualmente, la República Checa está rechazando el Euro y muchas otras cosas que provienen de la UE. En cierto sentido, la República Checa está más enfocada en sus propias soluciones “nacionales” a los problemas que Eslovaquia hoy.
Además, en 1992, Eslovaquia votó a un político de izquierda, Mečiar, al que muchos calificaron de autoritario, mientras que el partido de derecha de Klaus ganó en la República Checa. Sin embargo, esas etiquetas no duraron. Se revirtieron en 1998 y luego otra vez. Sólo recientemente, los gobiernos de ambos países tuvieron nuevamente una ideología similar. Pero esos 25 años han sido suficientes para ver que la identidad nacional es un concepto más duradero que un ciclo electoral.
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Los eslovacos ya han disfrutado algún tiempo en un estado independiente. Así que la enorme “sed de independencia” que había existido hasta 1992 se ha desvanecido en gran medida, se ha satisfecho. Es posible que los eslovacos puedan acordar unirse a otra federación hoy. Solo para estar seguros, a pesar de las relaciones extremadamente buenas, nadie realmente pide una restauración de este tipo en Checoslovaquia.