Cuando tenía menos de 10 años, una de mis mayores pesadillas fue la idea del matrimonio. En la medida en que me despertaría y comenzaría a llorar en medio de la noche. La razón era que yo estaba (o más bien lo estoy, pero con una mejor comprensión del mundo real ahora, a diferencia de entonces) demasiado apegada a mi madre para siquiera pensar en separarse de ella. Cualquier cosa que pudiera llevar a una posibilidad de mi separación de ella me asustaría por completo.
Así que un día pensé en llevarlo con ella. Le conté mis temores y le hice una pregunta directa: “Las tías dicen que todas las chicas tienen que casarse algún día. ¿Qué debo hacer para cambiar eso? ¿Cómo puedo vivir sin casarme, para siempre?”
En algún lugar en el fondo de mi mente había preparado una serie de argumentos para demostrar que mi punto era correcto. Estaba listo para un debate que esperaba que se produjera. Estaba decidida a dejarle en claro a mi madre que no me voy a casar en ningún momento de mi vida.
Pero para mi sorpresa, nada de eso entró en uso . Más bien, mi madre sonrió con confianza y me dijo: ” Aprende, estudia, trabaja arduamente y crece hasta convertirse en una mujer exitosa que puede valerse por sí misma y apoyarse a sí misma sin necesidad de que otra persona sea una muleta. Y luego puedes decidir por ello. usted mismo cuándo, cómo y con quién quiere casarse, si es que lo hace. “De varias otras cosas, puso fin a mis pesadillas.
De hecho, ella no estaba bien. No hace falta decirlo, ella misma lo sabía. Aquí en la India, todavía estamos lejos de aceptar una escuela de pensamiento tan abierta. Es por eso que el matrimonio es el elemento más publicitado en nuestro país, en la medida en que tal vez se cuenta entre las necesidades básicas de la vida (agua, aire, comida). Esta es precisamente la razón por la que todavía estamos luchando para renunciar a las prácticas atroces e injustas que caracterizan a nuestra sociedad patriarcal, por ejemplo, la dote.
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PERO, sigo pensando que es el mejor consejo que una madre puede darle a su hija. Ciertamente fue la lección más importante que recibí de mi madre. Me dijo que el matrimonio no es el fin de la vida. Independientemente de que seamos hijas o hijos, debemos trabajar duro en la vida y convertirnos en personas capaces. Que la educación y el conocimiento deben ser nuestras actividades más apasionadas en la vida. Que no tengamos miedo de enfrentar desafíos o sentarnos y llorar por ellos. Que hay una solución para cada problema. Y que nuestro primer objetivo en la vida debería ser convertirnos en personas hechas por nosotros mismos.
Esa lección fue un montón de muchas lecciones que se desarrollaron una por una durante los siguientes años y me ayudaron a desarrollar una mejor comprensión de la vida y la condición de mujer.
Mi relación con mi madre siempre ha sido tal que confío en cada palabra de lo que dice, porque nunca ha usado mentiras para apaciguarme. Ella siempre me dijo la verdad. Y si era amargo y yo era demasiado joven para tomarlo, ella lo presentaría de una manera diferente, con una solución que me inspiraría a no atascarme y en su lugar trabajaría para lograrlo.