Nací de una niña griega de 18 años en el Bronx, Nueva York. No sé nada más sobre ella que eso. El hombre que me engendró probablemente tenía el pelo rizado y los ojos marrones. Era italiano, inglés y alemán. Durante 48 años, nunca he sabido mucho más que esto acerca de estas dos personas. Ellos son extraños. No sé dónde viven, qué han hecho para ganarse la vida o si tengo otros hermanos y hermanas en el mundo. No sé si la opción de llevarme fue la de mi madre biológica o si fue forzada. No tengo idea si fue su decisión de abandonarme o la de alguien más, o cómo se sintió con respecto a nuestra separación. Sus sentimientos por mí entonces, ahora, y todos esos años intermedios son un misterio. El silencio entre nosotros me ha ensordecido toda mi vida.
¿Es esta mujer real en mi vida? Seguro. Debido a que estoy aquí, ella es tan real para mí como cualquier persona que pueda tocar, hablar y ver. Su elección, ya sea forzada, coaccionada o propia, fue el momento más grande de la puerta corredera en mi vida. Me dio la vida. Sin esa decisión, no estaría aquí.
En todo el país, había otras dos personas que buscaban adoptar una niña. Una niña que compartió su herencia étnica. Tomaron la decisión consciente de adoptarme al nacer, sin verme, sin conocerme. Un trabajador social me llevó en un avión a una pequeña ciudad fuera de Chicago. Me pusieron en los brazos de una mujer irlandesa / alemana de pelo rojo y desde ese momento fuimos madre e hija.
Cuando mi padre llegó a casa después de enseñar ese día, me abrazó por primera vez. Su compromiso de alimentarme, vestirme, darme fiestas de cumpleaños, comprar mis juguetes, rizar mi cabello, mandarme a la escuela y luego pagar la universidad, la escuela de posgrado y estar presente en cada momento importante de mi vida. Estos dos La gente, mis padres– me dio una vida. Sin esa decisión, yo no estaría aquí y, por lo tanto, reciben el crédito por haberme criado.
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Sin embargo, los escollos de hablar de lo que es la paternidad “real”, de crear oposición entre la naturaleza y la crianza, son muy engañosos. Muy engañoso. Y para ser honesto, crea mucho dolor innecesario en la vida de las personas. Mi madre solía sentirse insegura por ser mi madre “real” solo porque no me dio a luz y eso es una vergüenza terrible. De hecho, la vergüenza es el problema.
Como adoptado, siempre estoy agradecido con ambos grupos de padres, biológicos y adoptados, porque estas cuatro personas son intrínsecamente y para siempre una parte de mí y no podría existir sin ninguno de ellos. A pesar de que nunca he conocido mi conjunto biológico, son tan reales para mí como mis manos y pies. Todos los días que estoy en esta tierra, ellos están ahí conmigo.
Esta es la manera más amorosa en que puedo pensar para aceptar la realidad: abrazar y reconocer a cada grupo de padres en la vida de uno.