Una aceptación engreída es la mejor. Algo como “Claro, no hay problema. Puedo entender por qué estar conmigo podría intimidarte. Pero déjame tranquilizarte: me pongo los pantalones en una pierna a la vez como todos los demás”.
Esto respeta sus límites al tiempo que muestra que confías en tu propio atractivo y demuestra que no la tomas como un rechazo personal.