Si alguien pudiera descifrar la fórmula de la felicidad matrimonial, esa persona ganaría el Premio Nobel de la Paz. En realidad, no importa si se trata de un arreglo o de un matrimonio amoroso: debe estar profundamente enamorado de su cónyuge, lo suficiente como para poner su relación por delante de su ego, sus preferencias, sus deseos y su conveniencia.
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