Mi trabajo y mi vida personal están entrelazados. Tengo muy pocos momentos en que se pueden separar. La mayoría de mis amigos también tienen el mismo trabajo y gran parte de nuestro tiempo fuera de servicio se dedica a analizar llamadas complejas, cambios en la atención prehospitalaria, los beneficios de ciertos medicamentos o tratamientos, o ver quién puede superar a todos los demás con el cuento más extravagante. Los amigos que no trabajan en esta industria llaman a menudo para preguntar si una lesión o enfermedad justifica un viaje a su médico o sala de emergencias. La mayoría de las personas solicitarán una explicación sobre el proceso de una enfermedad o cómo reconocer una emergencia específica. Mi trabajo también viene con un cierto grado de precaución adicional o paranoia si lo desea. Dudo en cualquier momento que mi hijo quiera montar a caballo o en cuatro ruedas. Contuve la respiración cuando ella aprendió a nadar sin flotar. Puedo correr como un relámpago cuando ella se va para el descanso del agua del océano. Me preocupo un poco más cuando alguien no llega a un destino en la cantidad de tiempo que se suponía. Yo y mis compañeros solemos decir siempre “Te quiero” y “Ten cuidado” y “No te olvides de llamar tan pronto como llegues a casa”, no porque estemos controlando sino porque hacemos demasiadas llamadas telefónicas que comienzan fuera con “ha habido un accidente …”. Mi trabajo ha tenido el efecto negativo de hacerme relativamente indiferente con respecto a la muerte o una enfermedad grave. No me malinterpreten, no me estaría saltando si mi madre tuviera cáncer, pero aceptaría mucho más que ella se está muriendo. Me he sentido insensible a muchas quejas y quejas diarias. Supongo que en el trabajo hay tantas personas desafortunadas y familias que creo que la mayoría del mundo debería superarlo y estar agradecido y feliz por lo que tienen. Más que nada, el mayor efecto que mi trabajo desempeña en mi vida personal / social es el efecto que tiene en mi visión de la humanidad. Rara vez presencio el lado bueno de la humanidad. La mayoría de las veces presencio el lado feo de la humanidad y, lo que es peor, la falta total de humanidad. Hago un esfuerzo genuino por mantenerme feliz y positivo y aferro a la creencia de que la humanidad no es desesperada. Trato de recordarme a mí mismo que en cada crisis o tragedia también hubo buenos chicos. A la gente de los servicios de emergencia les encanta decirle a los recién llegados “no te lleven a casa a trabajar y no vayan a casa”, pero todos sabemos que es imposible. Pocas personas fuera de este trabajo pueden relacionarse o incluso acercarse a comprender lo que llevamos en nuestros corazones y mentes. Así que, después de todo, tenemos que confiar el uno en el otro.