Una perspectiva ligeramente diferente sobre los bebés: no se puede garantizar que ningún bebé calme a una persona estresada y agitada en un día determinado.
Mi hija dormía mal, lloraba mucho y le gustaba que la abrazaran. Cuando llegó a tener un año y podía hablar, su llanto se calmó. Todavía no duerme bien, y es décadas después.
Mi suegra tuvo sus primeras hospitalizaciones por cáncer de mama poco después del nacimiento de mi hija. Cuando ella estaba en el hospital el Día de Acción de Gracias, traje a mi hija vestida con un bonito vestido, de buen humor, para verla.
Mi suegra y yo rara vez nos llevábamos bien antes del nacimiento de mi hija. Su rostro estaba radiante cuando apareció mi hija, y la sostuvo lo mejor que pudo después de la cirugía. Ella estaba obviamente estresada (pero no agitada) por su cirugía y pronóstico. Podías ver el efecto calmante en mi MIL. Incluso cuando entró una enfermera, me pidió que abrazara a mi hija y me dijo: “¿No te hacen sentir mejor, pase lo que pase?”
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Mi hija y mi suegra eran virtualmente mellizas, lo que me hacía parecer una niñera contratada: soy más baja, más oscura, tengo el pelo muy rizado, no tengo unos ojos grandes muy separados, pero están claramente relacionados. También disfrutaban de la compañía del otro y “cocinaban” cosas (simulaban pastelitos, pan tostado real), mientras charlaban.
Mi suegra murió 7 años después del diagnóstico de cáncer de mama metastásico. Durante este tiempo, nunca le envidiaba ninguna visita a mi hija, y cuando mi madre se sentía deprimida, me aseguraba de que mi hija la visitara, ya que la animaba hasta sus últimos días en coma.
Y mi hija conoció el amor de una abuela que tenía una relación muy especial con ella.
Hasta que mi hija creció demasiado para sentarse en mi regazo (a los 15 años), no importa cuán estresada y podrida haya sido mi día, si se sentara en mi regazo, me sentiría mejor y más tranquila. Incluso cuando ella era una bebé pequeña y llorosa, su pequeño cuerpo era reconfortante de sostener. Le encantaba saltar sobre mi regazo y acurrucarme. Nada es tan relajante como su hijo en su regazo, quien lo encuentra perfecto sin importar qué.
No subestime la paz y la calma que un bebé puede brindar a muchos. No a todos, sino a muchos.