Los niños son seres virtualmente separados de los padres y nacen con un cerebro casi vacío, con nuevas vías neuronales creadas a medida que el niño experimenta activamente la vida. 30 días antes del nacimiento, el feto destruye y regenera completamente el 90% de su cerebro.
Existen factores genéticos heredados que afectan la personalidad y la inteligencia.
Sin embargo, dado que la mayor parte del cerebro se desarrolla a partir de la experiencia directa, la calidad de la crianza tiene un gran impacto e influencia en la capacidad del niño para aplicar sus talentos y ser feliz. Las interacciones positivas y negativas de los padres tienen efectos profundos en el éxito final del niño en la vida.
Podemos tener una expectativa arquetípica e instintiva de tener una madre y un padre que nos amarán incondicionalmente y nos guiarán para tener éxito en la vida. Como esto generalmente no sucede, se traduce en vergüenza y enojo existencial para el niño, así como en oportunidades perdidas.
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Gran parte de la infancia consiste en manipular al niño para que adopte la cultura predominante. Las culturas son muy arbitrarias y no son naturales para un niño. Esto da como resultado que el niño experimente sentimientos profundos de soledad y vergüenza al tratar de adoptar lo que para ellos es una cultura “extranjera”.
Los padres inevitablemente responsabilizan al niño por uno de los estados de ánimo de los padres. Los padres tienen sentimientos de vergüenza de la niñez que son provocados por sus hijos y para que el dolor se detenga, los padres rechazan los sentimientos y los proyectan sobre el niño. Esto se desencadena en el subconsciente y los padres pueden ignorar que están haciendo una proyección que humilla al niño o que están convencidos de que tenían el “derecho” de hacerlo. El niño registra la experiencia como una profunda injusticia y una amenaza existencial. Es traumático, vergonzoso y enoja al niño. Pero el niño siempre debe hacer que el padre esté “bien” y, por lo tanto, reprime la experiencia y abandona una parte de su “yo real”.
Una relación perdida, tóxica o inadecuada con un padre afecta profundamente al niño y sus perspectivas de felicidad y éxito como adulto. Los padres que demuestran un afecto genuino y guían a un niño en la vida adulta aumentan sus perspectivas de felicidad y éxito como adultos.
La civilización funciona cuando los padres aprovechan el conocimiento, la experiencia y los logros de la generación anterior y los transmiten a sus hijos. Esta es la verdadera solución al problema de la pobreza.