Cualquier cosa puede afectar la autoestima de un niño, pero sobre todo los estilos de crianza. Un niño desarrolla su confianza en su propia toma de decisiones (que es la base para sentirse bien consigo mismo o con la “autoestima”) al tomar decisiones y cosechar las consecuencias. Cuando la decisión produce consecuencias negativas, el niño debe tener la oportunidad de evaluar la situación y hacer correcciones hasta que el resultado final sea aceptable. El poder inherente en ese proceso puede verse afectado por los estilos de crianza que pueden hacer que el niño evite completamente el proceso (el padre no permite que el niño tome decisiones sin una interferencia directa y directa), evite las consecuencias (los pasos del padre para evitar el resultado negativo para que el niño no experimente la conexión entre causa y efecto, o que castigue al niño por los errores para que el niño tenga miedo de tomar cualquier decisión.
Los estilos de crianza basados en el castigo rara vez son útiles para el creciente sentido de sí mismo y su confianza en los demás. No es probable que un niño desconfiado se eche a correr por miedo a ser castigado, ridiculizado o derogado.
Los estilos de crianza basados en experiencias centradas en el crecimiento con orientación en lugar de castigo como resultado de errores tienen más probabilidades de que el niño desarrolle un nivel razonable de autoestima.
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