En primer lugar, ya no son solo niños (a menos que quienquiera que pregunte esto sea bastante anciano y pueda referirse a la mayoría de nosotros como “niños” en comparación relativa). Este fenómeno se ha extendido un poco ampliamente; la semana pasada conocí a un hombre de negocios profesional de principios de los 30 que seguía usando “me gusta”.
‘Me gusta’ puede servir para muchos propósitos, convirtiéndolo en el pequeño individuo que prolifera en nuestras expresiones. Por ejemplo:
– “Oraciones como esta te ayudarán a entender”.
– “Parece que no lo entiendes”.
– “Me gusta, me gusta usarlo”.
– “Como dijo Eunji, también se puede usar como relleno de pausa”.
Uno de sus usos principales es como suavizante. Al igual que ‘tipo de’ y ‘tipo de’, agregar ‘me gusta’ a lo que digas hace que las cosas parezcan un poco menos asertivas y, quizás, un poco más amigables, haciendo que tu propia imagen sea más sociable. Tomemos, por ejemplo, una frase como, “Sólo quiero que me guste, darle un puñetazo en la cara”. Al usar ‘Me gusta’ (así como otras cosas como el tono, la entonación, la expresión facial, etc.) puede comunicar a su destinatario que todavía es un ser humano normal, no especialmente violento.
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Sin embargo, creo que ‘me gusta’ también puede dañar tu imagen. Esta es la razón por la que recibimos todos esos mensajes para “dejar el hábito” y consejos sobre lo que no debemos decir en un entorno empresarial. Junto con otros hábitos, puede, sin querer, dar la impresión de vapidez o falta de confianza en lo que está diciendo. Pero creo que a veces los delincuentes estereotipados (mujeres adolescentes) usan esas dos impresiones en lo que creen que es su ventaja. Jugar despistado y parecer tonto son dos formas comunes de tácticas de flirteo.