Mi hija estaba interesada en leer y escribir desde muy temprana edad. Creo que se debe principalmente al hecho de que comenzamos temprano. Solía leerle mientras la alimentaba cuando era una recién nacida. A medida que ella crecía, mi esposo y yo le leíamos todos los días y la envolvíamos con libros.
Cuando tenía ocho meses, comenzó a decir sus primeras palabras. A los diez meses de edad, pudo identificar algunas letras que escribimos en su pequeño magnadoodle. Ella podría mantener una conversación completa a los dieciocho meses de edad.
Siempre tenía hambre de aprender. Quería aprender la canción del alfabeto, y las formas y sonidos de las letras, así que compramos imanes del alfabeto. Cuando recogía una carta, le decíamos su nombre y el sonido que hacía, y luego la combinábamos con otras letras para formar palabras simples. Ella aplaudió sus pequeñas manos y saltó arriba y abajo como si estuviéramos realizando un espectáculo de magia.
Le puse crayones en la mano tan pronto como ella fue capaz de agarrarlos. Sus garabatos eventualmente evolucionaron de rayas al azar a personas con cabezas, rasgos faciales, piernas y cabello. Un día, cuando ella tenía tres años, escribí su nombre en un pedazo de papel y le pregunté si quería que le enseñara a escribirlo. Agarró el crayón de mi mano y lo hizo ella misma. Me quedé impresionado por su primer intento.
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A los tres años, pudo reconocer palabras sencillas como “Mamá”, “Dada”, “gato” y su nombre. Unos meses más tarde, nos sorprendió al leer un nuevo libro de Pete the Cat en su totalidad.
Ella tiene cuatro años ahora y le encanta leer cualquier cosa y todo. Una vez, mi esposo estaba haciendo una tarea con un libro de texto de Astronomía abierto en su regazo mientras ella se sentaba a su lado. De repente ella preguntó: “¿Es eso cierto? ¿El sol está hecho de hidrógeno y helio?
Nunca la obligamos a aprender. Nunca la sentamos y le dijimos: “Bueno, ¡es hora de aprender el alfabeto!”. Acabamos de hacer de la lectura un hábito que era tan parte de nuestras vidas como comer y dormir.
Y, lo más importante, cuando ella terminó, nosotros terminamos. Tan pronto como dejó de hacer preguntas o comenzó a perder interés, abandonamos las instrucciones y la dejamos jugar.
Asi que,
- Manténlo divertido y trata de encontrar pequeñas oportunidades para enseñar aquí y allá en lugar de programar sesiones formales de aprendizaje.
- Haz que aprender cosas nuevas sea un juego.
- Averigüe qué es lo que más le interesa a su hijo y obtenga tantos libros sobre ese tema como pueda encontrar. Intenta incorporar ese tema (para mi hija fue gatos) en las lecciones.
- Mantenga las lecciones cortas.
- Si pierden interés, no lo obliguen.
- Permítales interrumpir para hacer preguntas y asegúrese de responderlas.
- Mire programas de televisión educativos que estén orientados a ayudar a los niños a aprender fonemas como “Super Why”, “Sesame Street” y los programas de “Leapfrog”.
- ¡Leer leer leer!