Porque es importante que comprendan que el estado de alguien no se traduce necesariamente en competencia, sabiduría o justicia.
La reverencia no es buena para los venerados ni para los venerados. El venerado no recibe retroalimentación honesta, solo adoración. El reverendo aprende a no desafiar el status quo y a valorar los honoríficos por encima de su capacidad. Todos están engañados acerca del valor práctico de los venerados.
La irreverencia es sano escepticismo. Promueve el discurso constructivo. Se abre la posibilidad de proponer cambios fundamentales. Permite a la gente pensar fuera de la caja.
A los niños se les debe enseñar a respetar a todos, no a venerar a los “grandes”. Míralos a todos a los ojos e inclínate ante ninguno.
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